sábado, 9 de julio de 2011

Bienvenidos al insaciable mundo del egoismo

No quiero cuestionar los nervios de nadie, pero el inquietante comportamiento de aquella señora me sacó de quicio. Apenas había aparcado mi cansancio en el self-service de la Estación Sur de Madrid cuando sus gritos chirriaron en mis oídos: –iba yo primero, no esa sin vergüenza- . Creo recordar (y soy experta en ello), que las dos llegaron a la vez, pero bueno, no soy abogado defensor de pobres. El caso es que uno de los hechos más curiosos que observar con minuciosidad son las paradojas de la vida cotidiana. Y digo paradoja en el más amplio sentido de la palabra, en el más literal, específico y además generalizado. Esto en Madrid puede hacerse sin esfuerzo alguno, ya que son alrededor de cinco millones de personas las que viven, se desarrollan y piensan en el céntrico urbe de la península. Así que, casi sin ánimo, con sólo sentarte en cualquier plaza, cafetería, o suelo de la gran ciudad, puedes divisar el contenido humanístico que nos ha proporcionado nuestra era. 
Resulta que la señora cuya intención no iba más allá de dejar en ridículo a la chica, salió de casa aquella mañana sin la educación, la diplomacia y el saber estar que debiera caracterizar a una persona. Sin embargo, iba de punta en blanco. Y ni un pelo se le escapaba de la cabecera. Seguramente no tendría prisa ninguna, puesto que segundos antes le había escuchado hablar por teléfono con una tal Consuelo, a la que esperaba. No obstante, la chica, que se quedó medio pasmada y casi muda, reflejaba en sus ojos un estado de alteración considerable. La joven se calló, se apartó del mostrador, y le hizo un gesto elegante a la mujer madura con la mano, invitándola a pasar un puesto anterior al suyo en la cola. Por supuesto que no hubo un “gracias”, dónde íbamos a parar. La chica tardó en tener su café tan sólo dos minutos más, y la señora obtuvo una anécdota con la que aburrir a su amiga durante el tiempo que hiciese falta, dentro de lo que cabe, no era para tanto la historia; ambas habían salido por igual. 
Mientras tanto, aquel día miles de palestinos temían el aumento de control en Cisjordania por parte del gobierno israelí, donde viven 230.000 colonos y 2’4 millones de palestinos aproximadamente; y nada cambia: el ejército de los israelitas expulsa a los colonos más radicales de dos sinagogas de Gaza; la mayoría de la prensa olvida contextualizar la noticia; se reabre el debate sobre el futuro de la energía nuclear; militares españoles mueren en Afganistán; sus familias lloran; el gobierno cumple con su acto de presencia;  la oposición le achaca a éste que el Ejército no es una ONG; Batasuna  piensa en su vuelta a las instituciones; se detiene un terrorista en Torremolinos; un pesquero con 97 inmigrantes llega de la costa africana a Tenerife; miles de hectáreas arden sin apenas control; unos mueren viejos, otros acribillados, otros por el SIDA y otros calcinados; Alemania y Suiza trabajan para prevenir la gripe aviar; en África millones de personas mueren de hambre o sufren desnutrición crónica; en Hollywood el derroche de dinero tiende al infinito; unos no tienen nada y otros lo tienen todo; unos lloran y otros ríen; unos no tienen conciencia social, y el resto son engañados por los que manejan y manipulan la información. Unos piensan en un plan antiterrorista, y los más sabios se preguntan la causa del problema.  
Mientras tanto, aquel día, otros trabajaban, otros estudiaban, y los periodistas de hoy se someten a la decadencia en España. La diferencia esencial entre España y el resto de Europa radica en que rozamos tanto la ignorancia, que lo absurdo nos queda grande. Los que luchan por conseguir la verdad escasean; los futuros comunicadores apenas leen un periódico, apenas se sostienen en opiniones argumentadas, apenas si se plantean una pregunta. Los del otro bando, los que sí leen, y se documentan, y se estrujan el cerebro por llegar a conclusiones útiles no suelen tomarse en serio, porque su crudeza asusta, porque saben lo que dicen, lo que quieren y a lo que aspiran, y eso no conviene...